Estaba contento de no ser escritor. No digo orgulloso: contento. Hacía chistes sobre eso. Por ejemplo:
"Estoy progresando, hace un tiempo no escribí 'Los muertos'; ahora
descubrí que la novela que no escribí se llama 'Finnegans Wake' " .
Me gustaría ser escritor, levantarme todas
las mañanas y después del desayuno subir a mi gabinete de escritor y
encontrarme allí conmigo mismo, que me estaba esperando. Y cuando migo mismo no llego, encarar
la página en blanco con el estoicismo de un desesperado. No dibujarme, no escribirme, no
ser. Ser (sólo) en futuro
anterior: habré sido el que mi escrito escriba.
Y el cuerpo que se lo lleve el diablo. Por eso tantos escritores destrozan su cuerpo; con castigos,
con bebida, con inyecciones; o lo reciben de fábrica como algo ajeno. Es una
disgresión psicopatológica.
Quiero hablar de los otros escritores, los
portadores sanos de un cuerpo que en la incertidumbre de su identidad, escriben
algo para ser alguien. No es
importante quien, pero uno determinado.
Algunos lo logran. Otros
terminan de volverse locos.
A todos ellos, mi homenaje. El humilde homenaje de un lego.
Car.
Publicado En Texturas de Pâremai nº 1 , Noviembre
1998
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